El
miedo es una sensación de indefensión ante cualquier amenaza. Adán le dijo a
Dios: “tuve miedo, porque estaba desnudo”[i].
Es decir, inmediatamente después de pecar, él se sintió desprotegido y
amenazado.
En un sentido preventivo, el miedo debe llevar
a la prudencia, a la precaución, a la moderación, y alertar ante cualquier
peligro. Sin embargo, cuando el miedo llega a dominar la vida, su expresión más común es un estado
de ansiedad donde se es más negativo, se exagera el peligro, se es suspicaz y
reactivo. Esta es la diferencia entre tener miedo y vivir con miedo.
El hombre experimenta muchos tipos de miedo según sea lo
que éste perciba como amenazante. El
miedo a no tener lo suficiente es la sensación de amenaza ante la posibilidad
de no tener nada y está básicamente enfocado en el mañana. Lo puede sufrir
tanto el que tiene abundante recursos como el que lucha día a día por
obtenerlos, el que tiene, piensa que lo puede perder todo o que no tiene
suficiente para garantizar su seguridad en el futuro; y el que no tiene, sufre
de ansiedad porque lo que consiguió hoy no es suficiente para mañana. A este
problema Jesús responde con el proverbio “basta cada día su propio mal” [ii]
A Jesús lo seguía todo tipo de gente; la mayoría de estas
personas tenían muy poco, y a penas suplían sus necesidades básicas de comida,
vestido y techo. Pero también lo seguía gente pudiente como Mateo. Ambos
estaban en el monte escuchando las enseñanzas de Jesús y en ambos Jesús percibió su ansiedad y
preocupación por los bienes materiales. Él les dijo: “dejen de estar afanados” [iii]
Este tipo de miedo produce el afán por conseguir y
acumular riquezas[iv],
este afán es llamado avaricia. La avaricia es
una visión nublada que busca sin éxito en las posesiones la seguridad
que se perdió con Adán,[v]esa
falta de éxito lo lleva a tener más afán y este afán lo lleva al extremo de
servirle a las riquezas y a menospreciar a Dios[vi]
La conducta contraria es la generosidad, precisamente
porque la generosidad es una virtud humana libre de miedo al mañana. Si el
avaro se afana por acumular riquezas por miedo a no tener lo suficiente, el
generoso muestra con su actitud libertad. Quien es generoso acumula riquezas en
el cielo donde está asegurado su corazón[vii],
tiene una visión clara en la vida que lo ilumina a él y a los demás[viii]
y está comprometido con Dios y con su reino. Este es un estilo de vida libre de
miedo y de toda preocupación por el mañana.
La ansiedad que genera el miedo es básicamente una falta
de confianza en Dios. La Biblia enseña que “el que confía en el Señor estará
seguro”[ix]
Todo aquel que vive en la convicción de que Dios lo ama y tiene cuidado de él,
vive en la libertad, y en la confianza de que si Dios le ha dado la vida, como
a todas sus criaturas también le dará lo necesario para sustentarla[x] Y
si Dios no escatimó ni a su propio Hijo…le dará también con él todas las cosas[xi]
Esto no es solo cuestión de confianza en Dios sino también de estima propia,
sentirse amado da seguridad pero sentirse amenazado miedo[xii]
aquel que se afana da más valor a las cosas que a su vida[xiii]
y olvida el valor que tiene delante de Dios[xiv]
Desconfiar en Dios lleva a pensar erróneamente que se puede hacer mucho más por
fuerza propia que lo que Dios pueda hacer.[xv]
Jesús les dijo a sus discípulos “hombres de poca fe”. Precisamente porque la fe
es la vía contraria al miedo.
El
que quiera vivir sin miedo debe confiar en que Dios tiene cuidado de él y que
cumplirá todo lo que promete. El que confía en Dios refleja una vida generosa,
un compromiso con Dios y su obra, y un estilo de vida altamente satisfactorio,
libre de afán.